Va de dos canciones y dos estilos, el tiempo y hasta el espacio.
Comenzamos por el primero.
Un tipo que es capaz de arrearse a sus, no se, ochenta añazos, esos calcetines de estrellas merece que nos quitemos la boina de inmediato y le rindamos los honores pertinentes. John Lee Hooker no cantaba, lamentaba las canciones y hacía del tórrido blues algo seis pueblos más allá. Y Santana, que más que un tío es un sonido, las guitarras de Santana suenan sólo como Santana, dándole la vez. Bueno, bueno.
Luego está esto. Se trata de un supergrupo de esos que a veces hacen los roqueros. Esto suele ser porque o van muy mal de pasta o porque van muy bien. Si es que van mal, lo hacen para lo de la hipoteca y los libros de los churumbeles. Si les sobra, lo hacen para divertirse. Como los Rolling, más o menos.
Bueno, que con ese cartelón de figuranta que hasta la niña que canta está que quita el hipo, que el abuelo se nos arre un milrayas fucsia es de tenerlos muy bien puestos. Yo creo que nunca había estado más como el feo de los Calatrava. Perdón, el feo no, el más feo aún. Pero oye, s eles ve una cara de pasarlo tan rematadamente bien que le dan gana a uno hasta de tatuarse los muslos. Ay, la pasión musical.
2 comentarios:
Stevens en la onda de nuevo.
Oye, que la música no se puede oir. No tengo donde dar al play.
En mitad de la pantalla hay una flecha, DulciCegata.
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